domingo, 3 de marzo de 2013

La renuncia del Papa

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  Hay que admitirlo; cuando se hacen bien las cosas, no importa cuál es tu cultura, tradición, crianza, aptitud, actitud o creencia. Por esto mismo, debo anunciar que me cayó muy bien la renuncia del papa.

  O sea, asumámoslo: Ser papa es todo un estilo de vida, es jugar de igual a igual con cualquier presidente de una gran potencia mundial. El Vaticano no será un estado con grandes extensiones territoriales, pero no creo que envidie a ningún arca estatal. Ratzinger tenía acceso a quizá la mejor biblioteca mundial, a obras de arte que la mayoría de las personas de elite no pueden ni imaginarse. Cuando quiera, como quiera, siempre a su disposición lo mejor de lo mejor de Da Vinci, Rafael o Miguel Ángel.

  Sin embargo, pese a todo renunció. Y lo hizo por no poder seguir cumpliendo a cabalidad con su "misión", que es seguir la palabra de dios y blablabla - no viene al caso -. No es fácil renunciar a tanta cantidad de lujos, si bien es cierto que ahora tampoco irá a parar a la calle o a algún hostal de segunda. Igual es de admirar el coraje que tuvo para tomar una decisión tan revolucionaria, tan drástica, radical y a la vez madura. Si fuese católico, estaría orgulloso (pero probablemente no entendería por qué).

En fin; al César lo que es del César. Quizá algunos encuentren en este escrito cierto respiro, y quizá otros se quejen por la flojera. No sé, pero yo seguiré mirando diariamente las noticias, y quizá hasta me aprenda el nombre del siguiente papa. Quiera o no, este señor siempre es muy importante para el mundo entero, y hasta que siga la peste eclesiástica, debemos de atenderla.